martes, 20 de septiembre de 2016

Carta a los Estados Unidos: No boten con una mano lo que construyen con la otra

Estimada señora embajadora, que representa el gobierno y pueblo de Estados Unidos:
Hasta el 7 de agosto de este año, la administración Obama había deportado 11,520 ciudadanos salvadoreños. Si esta tendencia se mantiene igual, al final del año serán unos 17,280 salvadoreños deportados por el gobierno de Estados Unidos.

El monto, que en el marco de Fomilenio II el gobierno de Estados Unidos pone a disposición de El Salvador, es de $277 millones. El objetivo central de Estados Unidos para esta donación es que en El Salvador se crean condiciones para que los salvadoreños no se vean obligados a emigrar ilegalmente a Estados Unidos.

O sea, Estados Unidos nos paga $16,030 por cada deportado, para que nosotros podamos combatir las causas socioeconómicas y de inseguridad que provocan la migración. Falso: los fondos de Fomilenio II corresponden a 5 años, y en cinco años, si las políticas migratorias de Estados Unidos no cambian, este país deportará unos 86,400 salvadoreños. Habría que dividir los $277 millones del Fomilenio II entre 86,400 para saber cuánto Estados Unidos nos paga por cada deportado: resulta que son unos miserables $3206. Este es el monto que vía Fomilenio II, en el transcurso de 5 años, Estados Unidos está dispuesto a aportar para que resolvamos los problemas del país. Para no decir: la cuota por cabeza que nos dan por cada deportado, porque esto suena muy feo.

Estoy claro que esta matemática no es realista. Estados Unidos hace, aparte del Fomilenio II, otras importantes contribuciones a nuestro desarrollo: mediante el Asocio por el Crecimiento, el Plan de Prosperidad para el Triángulo Norte, CARSI (Central American Regional Security Initiative- Iniciativa Regional de Seguridad para Centroamérica) y la AID. Es muy difícil estipular en cuánto aporte financiero para El Salvador se traducen todas estas loables iniciativas. Pero incluso si duplicamos el monto de Fomilenio II, llegaríamos a unos $554 millones en el transcurso de 5 años. Esto correspondería a $6,412 por cada ciudadano salvadoreño que Estados Unidos deporta.

¿Alguien cree que con $6,412 por cabeza de deportado El Salvador podrá resolver los problemas de desempleo, falta de crecimiento económico, inseguridad y debilidad institucional que supuestamente están provocando las olas de emigración? Sobre todo cuando restemos de estos ingresos las remesas que estos 17 mil salvadoreños mandarían a El Salvador si no fueran deportados, y los costos sociales que nos causa su reintegración en el país, y nuestra incapacidad de reinsertarlos adecuadamente.

No estoy haciendo esta matemática para argumentar contra los proyectos de apoyo que nos brindan los Estados Unidos de América. Bien ejecutados, podrían hacer un valioso aporte y provocar un mejor clima de inversión, seguridad pública y seguridad jurídica que a la vez se puede traducir en lo que todos deseamos y necesitamos: más y sostenido crecimiento económico.

Mi argumento es otro: Estos programas de desarrollo no van a tener el éxito deseado, mientras no estén acompañados por una profunda reforma migratoria en Estados Unidos. Mientras entre Estados Unidos y Centroamérica tengamos libre movimiento de capitales y productos, pero al mismo tiempo (literalmente) muros de contención y leyes represivas contra el libre movimiento de personas y de la mano de obra, el desarrollo deseado no se va a dar. La mano de obra de inmigrantes, incluyendo los 3 millones de salvadoreños, no causa daños o costos a Estados Unidos, sino por lo contrario aporta al desarrollo de ambos, Estados Unidos y los países de origen.

Los países centroamericanos necesitan de Estados Unidos políticas de apoyo a su desarrollo, pero al mismo tiempo políticas que faciliten y regulen el componente olvidado de la globalización: integrar también el mercado laboral, no solo el mercado de capitales y del comercio.

No es casualidad que este tema esté en el centro del debate político y electoral de Estados Unidos. El nuevo aislacionismo que predica Donald Trump no sólo va contra la migración, sino al mismo tiempo contra el libre comercio. Tal vez Trump sea el único que realmente ha entendido que los dos están relacionados y no deben verse separados. Solo que saca la conclusión equivocada: cortar ambos, migración y libre comercio.

Espero que estas reflexiones necesarias abonen al debate entre dos países amigos. Con todo respeto,

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(MAS!/El Diario de Hoy)